Aunque el ser humano parece vivir en un constante progreso y, de hecho, en estos últimos años la calidad de vida ha aumentado de forma evidente, esto no es proporcional a toda la población. Sigue habiendo un primer mundo privilegiado, una parte de países que están en desarrollo y por último, el llamado Tercer Mundo, los países más empobrecidos del planeta. Una situación que, en lugar de mejorar, parece que sigue haciéndose cada vez más y más complicada. Los países más ricos siguen creciendo, pero los más pobres se quedan como están, o van a peor, por culpa de las guerras, las hambrunas y los intereses económicos mundiales. La brecha se sigue haciendo cada vez más y más grande, y está provocando ya problemas migratorios que, por otro lado, son más que lógicos en esta situación. Muchas personas de países pobres huyen hacia la parte más próspera del planeta en busca de una oportunidad, pero allí deben hacer frente a las dificultades del racismo y la xenofobia.
La situación en estos países va en detrimento de su propia población, que suele sobrevivir más que vivir. Se intenta llegar a un punto en el que al menos estén cubiertas las necesidades más básicas, como la comida, el agua o la vivienda. Algo que en nuestros países damos por hecho, que ya apenas valoramos porque siempre lo hemos tenido, pero que para ellos es un auténtico milagro. En las zonas rurales, la situación se vuelve especialmente complicada, sobre todo en países de África y Asia, los dos continentes que concentran al mayor número de población de este tipo. Sin embargo, en las ciudades hay todavía un poco de esperanza para esas personas que tratan de subsistir día a día. Con trabajos precarios y en casas pequeñas, donde viven hacinados, pareciera que Internet iba a traer algo de luz para este Tercer Mundo. La red podía cerrar la brecha de una vez por todas, creándose una ventana al mundo exterior para entenderlo, aprender y llegar a vender incluso productos por todo el planeta. Algo tan peculiar como el porno también parecía haber llegado, por fin, a estas zonas. Sin embargo, ¿hay industria pornográfica en países del Tercer Mundo?
Un acceso muy desigual al contenido erótico
El acceso a la red no es el mismo en España que en la India, pero tampoco lo es en la India que en Bangladesh o en Sudán, por ejemplo. Hay países donde Internet se ha convertido en una herramienta usual, donde las líneas de alta velocidad han permitido un acceso amplio a la población. Sin embargo, esto no ocurre en buena parte del llamado Tercer Mundo. Los países más pobres de Asia y África cuentan con un acceso mucho más restringido a esta herramienta virtual. De hecho, la población que puede usar Internet en estos países no llega al 30%, según los últimos datos. Esto afecta no solo a la vida cotidiana y también económica, provocando un gran aislamiento de estos países en el nuevo futuro digital. También hace que el acceso al contenido erótico, el tema que nos ocupa en este artículo, sea mucho más complicado en estos países.
¿Qué consecuencias genera esto? La primera de ellas, un desconocimiento mayor sobre la educación y la salud sexual. Es obvio que el porno no es precisamente la mejor fuente de información para entender el sexo real, pero al menos puede darnos una base para saber lo que hacemos en una relación. Sin porno, sin libros de educación sexual, las nuevas generaciones de estos países están condenadas a repetir los mismos errores que sus padres, por pura ignorancia. Tanto en el aspecto de la salud sexual, sin utilizar preservativos y métodos anticonceptivos, como en la propia forma de entender el sexo como puro placer, y no como un medio de procreación. Los números hablan por sí mismos. La población se expande en estos países del Tercer Mundo, al no haber tanto control sexual en las relaciones. También lo hacen, por desgracia, las enfermedades de transmisión sexual. Esto genera, de nuevo, una brecha muy importante con respecto a los países del primer mundo, incluso en el acceso a Internet.
Internet y las nuevas tecnologías lo cambian todo
La llegada de Internet a finales del siglo pasado ha supuesto un cambio tan brutal en toda la sociedad que hoy parece imposible recordar aquellos tiempos en los que no teníamos acceso a la red. Los que hemos vivido esa transición lo tenemos más fácil, ya que nuestra infancia estuvo marcada por la televisión, el cine, los videojuegos y los libros. Ahora, las nuevas generaciones parecen nacer enganchadas al móvil, y es un problema que debería ser tratado cuanto antes. La adicción a esa vida cibernética ya está haciendo estragos en la sociedad… pero la ausencia de ese acceso a Internet tampoco es algo precisamente positivo. Al final, la red es solo una herramienta que, en buenas manos, puede ser muy beneficiosa, pero también negativa si la utilizamos para mal. Internet nos ha abierto un sinfín de posibilidades, un mundo de información y aprendizaje que debería ser aprovechado.
Las nuevas tecnologías se han apropiado de nuestra vida porque en la comodidad de nuestros hogares es demasiado fácil echar mano del móvil cuando estamos aburridos. En los países del Tercer Mundo este concepto no existe, ya que siempre hay algo que hacer, algo que buscar para comer, para proteger la casa… La vida en estos países es extremadamente dura, y el acceso a Internet, al no ser tan amplio, no ha cambiado apenas las cosas. Sin embargo, el aprendizaje que permite Internet, de forma autodidacta y gratuita, es uno de los puntos por los que se debe pelear en estos países. La pornografía no deja de ser parte del ocio, al fin y al cabo, así que podría quedar aparte. Sin embargo, podía ser positivo llevar también ese contenido erótico, siempre de forma educativa, a estos países.
Prohibición y censura en muchos países
Si hablamos de producción de pornografía en África y Asia encontramos que hay mucha diferencia entre unos países y otros. Algunos países del norte de África, como Túnez o Marruecos, tienen pequeñas productoras que graban videos amateurs. En Sudáfrica la situación sí está mucho más normalizada, convirtiéndose en el “epicentro” del porno africano. En lo que respecta a Asia, la situación cambia mucho de unos países a otros. Los ricos, como China, Japón o India, sí que tienen cierta industria porno, realizando películas en su territorio. Sin embargo, en la mayoría de los demás países, principalmente islamistas, hay leyes concretas que prohíben no solo la producción de contenido erótico, sino también su distribución e incluso su tenencia.
Son muchos los estados islámicos que luchan de manera incansable para que este tipo de contenido no llegue a la población, llegando a censurar incluso el acceso a ciertas plataformas porno de Internet. Esto no deja de ser una forma de coartar la libertad de la gente en estos países, donde incluso teniendo acceso a la red es imposible encontrar porno, por el control del Gobierno. La situación deviene de ese sesgo moral y religioso tan importante que hay en estos países, y que sigue imponiéndose a la libertad social de entender el sexo de forma lúdica y natural. Y por desgracia, no parece que vayamos en camino de cambiar las cosas, al menos al corto plazo.